Albergado en la Cordillera de Vilcanota, en Perú, con una mitad de su cuerpo helado inserto en Cusco y la otra en Puno, se encuentra el Quelccaya, suspendido en el cielo andino entre los 5300 a los 5680msnm. Para los pobladores locales, el Qoyllor Puñuna, “donde descansan las estrellas” y para el resto del mundo, el glaciar tropical más extenso del planeta.
Su cumbre es inusualmente plana. Una pampa blanca, rocosa, de aspecto lunar, que se extiende a lo largo de 50.2 kilómetros cuadrados, que parecen inabarcables como el mar. Asentadas a sus pies, habitan dos comunidades, una a cada lado. La comunidad campesina de Phinaya en la provincia de Canchis, en Cusco y la de Quelccaya en la provincia de Macusani, en Puno. Sus pobladores sienten al Quelccaya como una presencia atemporal, divina, que se manifiesta en todos los ciclos vitales de la naturaleza de los que dependen también el desarrollo de su día a día. Quienes protegen y son protegidos por esa figura que, hasta hace poco, parecía inamovible, inmortal, y que hoy ven alejarse, cada año un poco más.
El Quelccaya da pasos hacia atrás, en un claro retroceso. Parece haberse embarcado en un viaje silencioso hacia la inminente desaparición. Según el geólogo Lonnie Thompson, quien ha dedicado años de su vida estudiando su evolución y síntomas, el retroceso equivale a 60mt por año. Su superficie ha sido recortada casi a la mitad; un 47% entre 1975 y 2020, sucumbiendo ante el incremento de la temperatura de la atmósfera. La más alta registrada en los últimos 4500-6500 años. Todo parece indicar que para el año 2055, el Quelccaya dejará de acumular hielo, la temperatura en su cima será mayor a 0 grados, rompiéndose el punto de equilibrio glaciar. A partir de este momento, perderá la capacidad para regenerarse a si mismo, de almacenar agua en los meses fríos, lluviosos, y de asegurar su provisión durante las estaciones secas, función imprescindible para la región andina, caracterizada por su variabilidad estacional. Para los pobladores locales, cuyas vidas se entrelazan con la vida del Quelccaya, la estadística es una realidad cotidiana y un futuro imprevisible para el cual se empiezan a preparar. “Hay menos hielo y su color ha cambiado en la última década”, cuentan los habitantes de Phinaya, como quien describe a un ser cercano, querido, que ven cambiar. La desaparición del Quelccaya, significaría importantes alteraciones para el ecosistema natural, social y cultural. El mayor impacto será la perdida de recursos hídricos que hoy son proporcionados a través de la escorrentía del glaciar, que irriga las praderas que alimentan a los camélidos de casi 200 familias en estas dos comunidades, donde el pastoreo ocupa un lugar central en sus vidas y economía local. De mantenerse esta tendencia, la región enfrentará situaciones críticas de disponibilidad de agua en un futuro no muy lejano.
La evolución del clima grabada en los estratos de hielo, no son sólo magníficos testimonios para hilar y comprender el pasado, sino también, importantísimos predictores del futuro. Retener esa información que se derrite inaplazablemente, parece ser una carrera contra el tiempo que Lonnie Thompson empezó décadas atrás; logrando resguardar una buena parte que hoy permanece a salvo, archivada en los congeladores de la Universidad de Ohio. Resulta imprescindible utilizar esa información para fortalecer la respuesta ante el mayor desafío de nuestros tiempos, el cambio climático. Sin embargo, para el glaciólogo que ha dedicado su vida extrayendo respuestas de los núcleos de hielo, aún le queda una pregunta suelta, quizá la más urgente, ¨Creo que los glaciares son el sistema temprano que te dicen que hay un problema y que necesitamos hacer algo, pero la pregunta es si realmente alguien está escuchando.”
El hielo del Quelccaya no solo es un gran archivo de información histórica sobre el sistema climático global sino también un registro detallado de la historia de la contaminación ambiental en los Andes. Al respecto, en el 2015, investigadores del BPRC encontraron evidencia en el hielo del Quelccaya sobre la contaminación atmosférica antropogénica en los Andes desde el siglo XVI hasta nuestros días. En este estudio, publicado en la prestigiosa revista Proceedings of the National Academy of Sciences, se informó del descubrimiento de restos de mercurio empleado en las minas de Potosí desde el año 1540, durante los inicios de la colonia española en el Perú. Este registro de contaminación antropogénica “precede a la Revolución Industrial en 200 años.”